dissabte, 22 de març del 2014

Els autònoms, els nens mimats d'Hisenda

Perdoneu que us expliqui una anècdota personal per exemplificar com tracta Hisenda als seus nens mimats, els autònoms. Quina ironia...

Em va passar fa uns dies. M'acosto a la delegació de Mataró per reclamar que l'Administració em retorni l'IVA d'unes factures de l'any 2011 i 2012 que no he aconseguit cobrar d'un antic client i que vaig haver d'abonar puntualment a mister Montoro Burns. És un cas típic, li ha passat a molta gent. No cobres les factures però t'has de rascar la butxaca per pagar-li a Hisenda l'IVA generat per les mateixes. Un negoci rodó.



Segueixo amb el relat. Li explico el cas a la funcionaria de torn i oh, sorpresa: no poden (no volen, millor dit) retornar l'import reclamat. No tinc dret a reclamar res, em diu molt amablement. "Si no va fer la reclamació en els sis mesos posteriors a la data de no cobrament ara no pot reclamar res". Com? S'està rient de mi? li dic a la funcionaria. Resposta: és la llei. És a dir, Hisenda et pot perseguir, fer-te paral·leles dels darrers cinc anys, exigir-te totes les factures emeses i rebudes, sancionar-te per nimietats, dir que determinades despeses generades per la feina no les pots desgravar, etc, etc, etc, però jo, miserable autònom que regenta un petit negoci de comunicació no puc reclamar-li a mister Montoro Burns ni un ral de l'IVA abonat indegudament. Però no es preocupi senyor, em diu la funcionaria, ara es pot acollir a l'IVA de caixa i això ja no li tornarà a passar. Home, gràcies, quin consol. Millor que no sapigueu què exigeix l'AEAT per acollir-te a l'IVA de caixa dels nassos. Per plorar. Ara només em queda acudir a la justícia ordinària per reclamar el deute (que no l'IVA). És a dir, m'he de tornar a rascar la butxaca per a no res, perquè encara que la Justícia falli al meu favor mai cobraré el deute. El client ho té tot embargat i s'ha declarat insolvent.

Això que us he explicat és una minúcia, ja ho sé. La magnitud del problema dels autònoms és molt més gran. Per això us convido a llegir un article molt interessant de José Cabanach que us adjunto en aquest mateix post sobre la crua realitat del nostre col·lectiu. Els autònoms, uns treballadors emprenedors amb molta empenta que en un país amb tanta desocupació com el nostre haurien de ser la columna vertebral del sistema, resulta que no tenen els mateixos drets de qualsevol treballador i han de suportar una pressió fiscal brutal per part de l'Administració, que s'aprofita vilment de l'atomització del col·lectiu i, conseqüent, de la seva poca capacitat de resposta i rebel·lia. Davant d'aquesta situació, no és estrany que molts autònoms i representants de petites i mitjanes empreses de Catalunya diguessin ja n'hi ha prou ("Diguem prou") en un acte conjunt celebrat aquesta mateixa setmana. Cabanach explica que un periodista autònom que facturi 2000 euros mensuals en realitat només en guanya 930. És a dir, no arriba ni a la condició de mileurista. La crua realitat.

José Cabanach (en adiciones.es)
"Lo que nunca te contaron sobre los autónomos"

En un país con seis millones de parados, en un país donde otros tantos millones son mileuristas (si llegan), ser autónomo parece una salida razonable. Imaginemos a un profesional, digamos periodista, que factura mensualmente 2000 euros. Fantástico, es el doble de lo que cobra mucha gente. Además, como su única necesidad es un ordenador, no tiene unos gastos excesivos. Todo limpio. No hay alquiler de local (puede trabajar en casa), no tiene que pagar a proveedores (el ordenador se lo regaló su madre en Navidad), no tiene que pagar a empleados (él ya se apaña para escribir a cualquier hora de cualquier día).


Llega la hora de presentar la factura. 2000 euros más IVA (21%), igual a 2420 euros. Ahora resta el IRPF (21%), ósea, se queda en 2000 euros de nuevo. Pero como debe abonar trimestralmente el IVA generado a la Agencia Tributaria, en realidad su sueldo es de 1580 euros. Pero espera, el último día del mes debe pagar su cuota a la Seguridad Social. Pongamos que paga lo mínimo, es decir 261 euros. Por lo tanto su sueldo vuelve a disminuir, y se queda en 1319 euros. Aún no ha comprado ni un yogurt. A cambio tiene una base de cotización de unos 850 euros, lo que significa que cuando llegue la jubilación tendrá la pensión más baja. (Eso te pasa por cotizar lo mínimo, amigo). Por supuesto, no tiene derecho a paro. Estaría bueno.
Pero sigamos. Como la burocracia es tan oscura y laberíntica, el autónomo contrata a un gestor para que le lleve los papeles. Si es amiguete cobrará 60 euros al mes. La cosa va bajando. Ya quedan 1259 euros. Además, como si no escribe no cobra, el autónomo decide hacerse un seguro que le cubra baja por enfermedad. Contrata una póliza pequeña que sólo le cuesta 75 euros al mes. La cosa baja de nuevo, ya vamos por los 1184 euros. La verdad es que aún está por encima de los mil euros. No está mal.
Pero el autónomo, que es un burgés que se cree con el derecho a disfrutar de un mes de vacaciones para pasarlo con su familia, igual que cualquier trabajador por cuenta ajena (es decir, empleado), tiene que dejar de trabajar. Por lo tanto, hay un mes que no escribe. Pues no cobra. Entonces multiplica sus ingresos reales por 11 meses trabajados y los divide entre los doce meses que tiene el año. El resultado… 1084 euros. Vale, sigue siendo un privilegiado, aunque aún no ha comprado el pan.
Pero resulta que el mileurista por cuenta ajena tiene dos pagas extraordinarias. Diciembre y julio. El autónomo no. Así que para hacer un cálculo más real multiplica los 1084 euros por doce meses y los divide entre catorce pagas. El resultado… 930 euros.
Puede parecer exagerado, pero no lo es. Así están las cosas. Los autónomos son un colectivo abandonado a sus suerte. Náufragos a la deriva de una crisis que nos ha golpeado a todos en la mismísima línea de flotación. Con la diferencia de que el autónomo no tiene bote salvavidas. No tiene los mismos derechos que cualquier trabajador. Si un mes, sus pagadores se retrasan en el pago, él tiene que seguir haciendo frente a sus obligaciones con el Estado. Debe abonar el IVA aunque no lo haya cobrado, si no lo hace sufrirá un recargo del 20% sobre la cantidad que sea. Si no paga a tiempo su cuota a la Seguridad Social, el recargo será del 5%…
El autónomo no disfruta de los cheques-comida con el que cada vez más empresas complementan el sueldo de sus empleados. El autónomo no tiene de un plan de pensiones privado, incluido en el sueldo de muchas empresas. El autónomo no puede permitirse un seguro de salud privado que le proteja frete a enfermedades que no cubre la Seguridad Social, como a millones de trabajadores por cuenta ajena. El autónomo pertenece a un colectivo tan heterodoxo que no tiene capacidad para unirse y reivindicar derechos mínimos, además no tendría tiempo para manifestarse si quiere sacar su negocio adelante cada mes.
El autónomo no es un emprendedor, es un héroe, un loco que confía en la fuerza de su trabajo, en su talento y destreza para poder llegar a fin de mes. Pero mientras que no se rebaje la desmedida presión que soporta, lo que debería ser la espina dorsal de una economía moderna, en la que el autotrabajo genere a su vez empleo, y gane terreno a las grandes y pesadas estructuras empresariales que mantienen sus objetivos a costa de despidos indiscriminados, no saldremos del siglo XX.