dijous, 25 d’agost del 2011

Killer coconuts

Tornant d'un viatge que vaig fer a primers d'agost pel nord d'Europa vaig llegir a la revista Ling de la línia aèria Vueling un reportatge molt curiós signat pel periodista Iñaki Berazaluce on explica que cada any moren al món 150 persones a causa de l'impacte dels cocos que cauen dels cocoters. Sí, sí, tal com sona. Fer la migdiada a l'ombra d'un (a priori) innocent cocoter pot tenir conseqüències funestes en alguns llocs del planeta, doncs un pot acabar amb el crani esquerdat sense remei. L'article en qüestió, redactat amb molt bon sentit de l'humor, és una deliciosa lectura per combatre els rigors de l'estiu xafogós mediterrani on, per sort, no tenim palmeres cocoteres.

Cocos letales sobre cocos desprevenidos


Si estás en una playa tropical y ves aparecer entre las olas la aleta de un tiburón, échate al agua pues estarás más seguro allí que bajo los cocoteros ya que cada año mueren 150 personas golpeadas por un coco en caída libre, diez veces más de los que mueren devorados por tiburones.
Impresionado por la cantidad de personas que llegaban con el cráneo partido a su consulta en Papúa-Nueva Guinea, el médico canadiense Peter Barss decidió coger el coco por los cuernos y estudiar científicamente el efecto de la caída de un coco sobre una persona, generalmente sobre su propio coco, la parte más expuesta a los aerolitos.
Un coco maduro pesa entre 1 y 2 kilos, aunque, si está verde y bien repleto de agua, puede alcanzar los cuatro kilos de peso. Teniendo en cuenta que las palmeras miden entre 30 y 35 metros de alto –como un edificio de 10 plantas-, el coco lleva una tonelada de fuerza al alcanzar el suelo, según calculó el doctor. En otras palabras, el simpático y refrescante fruto es el equivalente a un Ford Fiesta cayendo sobre tu cabeza.
Buena parte de los 150 difuntos citados anteriormente estaban echando la siesta bajo el cocotero que, a la postre, resultó mortal. De todas las modalidades de accidente de cocotero, la que te coge en posición yacente es la peor, apunta Barss: “Lo peor es estar durmiendo bajo una palmera cuando te cae un coco encima porque la cabeza está en contacto con el suelo y se tiene una distancia nula para frenar el impacto -los físicos saben que la energía cinética es infinita-. Es preferible estar de pie cuando el coco te deja fuera de combate”. (Como si uno pudiera escoger…).
El segundo riesgo asociado a los cocoteros son las caídas de personas que trepan por sus troncos, como bien sabe Keith Richards, quien en 2006 sufrió una aparatosa caída desde una palmera en Nueva Zelanda. Preocupado por las lesiones de los recolectores de cocos y los Rolling Stones, el doctor Barss impulsó en Papúa el uso de un artilugio de seguridad utilizado en otras latitudes para la poda de mangos.
Pero el galeno no solo se come el coco con los ídem. Barss, un canadiense que trabajó siete años en Papúa-Nueva Guinea, también estudió el fenómeno de las quemaduras de las faldas de hojas que llevan las papúes. Mientras atendía a los hombres de sus heridas de coco en la siesta, la sala de espera del consultorio se le llenaba de mujeres con los muslos abrasados por el incendio de sus faldas, el accidente casero más habitual en aquellas latitudes.
El mundo es un lugar peligroso, aunque siempre tendemos a estar asustados por los motivos equivocados. “La gente –explica Barss- tiene miedo a morir entre las fauces de un tiburón pero son mucho más peligrosos los peces aguja que atraviesan el agua como torpedos”. Y hablando de tiburones, hagan caso omiso al consejo con el que abría este artículo: Si están en la playa y ven una aleta de tiburón, ignoren la estadística y quédense en la arena. A ser posible debajo de una sombrilla.